NUESTRA HISTORIA

¡Hola, estimado visitante! Esta sección está dedicada a hablar de los comienzos de Byron Becquer y en ella abordaremos todo lo que ha sido relevante en su camino.

    Origen.

Y cómo por lo general lo mejor es comenzar por el principio, ahí será precisamente dónde empecemos. En Byron Becquer nada es casual, y aunque su nombre pudiese indicar lo contrario, no es herencia del pasado, ni está regentada por una familia con estirpe en el textil. Byron Becquer es, de hecho, un proyecto muy joven, y aunque en muchos aspectos es producto del estudio y sobre todo del trabajo, tiene también componentes nacidos de la espontaneidad y de la lucidez de un día. Precisamente, un invierno durante una visita al Museo del Traje de Madrid, nos preguntábamos por el Romanticismo, un periodo artístico tan dominante en su día como ausente en la mayoría de ámbitos del presente. Dentro de la moda, ¿Cuál es su peso real en la actualidad? ¿Por qué hay tantas referencias a este movimiento en la alta costura de pasarela y tan pocas en la moda comercial? Preguntas de incierta respuesta durante la visita, pero que llevaban en última instancia a un mismo punto: el Romanticismo estaba ausente, y había que traerlo de vuelta.

    Motivaciones y objetivos

Sin embargo, ¿Realmente lo demandabala gente? ¿En un mercado tan gobernado por el casual había espacio para algo así? Entre interrogantes nos movíamos, pero como respuesta a ello nos lanzamos a conocer la naturaleza del mercado y el rumbo de sus tendencias. Así lo hicimos, durante meses desarrollamos un Plan de viabilidad para enfrentar los conceptos del proyecto al contexto, y también realizamos un estudio Nielsen de 3 vías (Campus, telefoneo y cuestionario web) para conocer las preferencias del público que planeábamos abordar y que concluyó que, en realidad, en ese momento el contexto demandaba algo como lo que enseguida ofreceríamos. Por entonces corría 2018, y tendencias y recursos se volcaban con insistencia hacía el estilo casual años 80 y lo interesante de dicho vuelco era que abría un hueco a nuevas propuestas dispuestas a desmarcarse de las tendencias dominantes, y este fue precisamente nuestro primer argumento, cubrir una ausencia reviviendo un noble estilo. Así pues, poner en marcha un proyecto ya no parecía tan descabellado, siempre y cuando nos moviésemos, cómo decimos, por las carencias del sector en lugar de por sus modas, entendiendo que acoplarse a ellas puede dar redito puntualmente, pero que la única forma de asentarse en un mercado es con novedad y diferenciación. Y de esa forma tomamos la decisión: desarrollar y asentar una marca «romántica» en el mercado y convertirla en una alternativa reconocida por su personalidad.

    Identidad. Fase startup.

Y ya, sin mayor dilación, nos pusimos manos a la obra. En primer lugar necesitábamos un nombre con el que darnos a conocer, y con este propósito rebuscamos entre ideas preconcebidas que todos pudiéramos tener acerca del Romanticismo, y también entre sus figuras. Sin duda había mucho donde elegir, en todas sus artes y campos. Goya, Delacroix, Beethoven, Schubert, Andersen... Teníamos delante a gigantes de la pintura o de la música. Sin embargo, quienes mejor saben recoger la esencia de un pensamiento, sobre todo uno con tal componente sentimental, son siempre los literatos, y la figura del ingenioso Gustavo Adolfo Bécquer fue desde el principio capital para nosotros pues lo reunía todo. Era representativo, era popular, era patrimonio nacional y por encima de todo un personaje muy querido, también por nosotros (curiosamente, en un pequeño castillo de la familia, en Trasmoz, hay un imagen de Bécquer desde hace décadas)

Muy pronto Bécquer nos condujo a George Gordon Byron (o Lord Byron), un exitosísimo pero desdichado poeta británico admirado por Gustavo Adolfo por su talento y su coraje (¡llegó a combatir en la Guerra de independencia griega!) y, en realidad, por todo aquel al que por entonces le gustase la poesía, y enrolándolos para la causa, ambos nos abrieron de par en par las puertas del pensamiento romántico. Un pensamiento muy particular, asociado a los sentimientos, a la libertad creativa, a la valoración de la propia personalidad. Al subjetivismo, a lo genuino, a lo diferente frente a lo común, a lo imperfecto, a lo inacabado. A lo misterioso, a lo pasional y a la valoración de lo nacional. Para el ser romántico cada cuál ha de mostrar lo que le hace único y actuar como demiurgo creador dentro de su propio universo. ¡Qué cosa más grande! Y la interpretación inmediata que hicimos fue que debíamos ensalzar todo aquello que pudiera hacer de Byron Becquer una marca distinta a todas las demás marcas.

Con todo esto nos lanzamos a una búsqueda constante de lo que nos pudiera diferenciar. Estudiamos, incorporamos, matizamos, y la cuestión de fondo siempre fue la misma: crear una marca empapada de referencias culturales y artísticas, de corte distinguido pero asequible en costes para el público general, que despertase los sentidos del consumidor activo y de los amantes del Romanticismo y las bellas artes.

Precisamente de esta búsqueda surgieron los demás elementos que se erigen hoy como nuestras señas. El lobo de Gevaudán, un mito de los valles franceses muy mentado en las crónicas de la época por su misticismo, y que representamos de forma heráldica en referencia a los escudos familiares que por entonces se blandían, se convirtió en nuestro logotipo. La luna llena, ama y señora del escenario romántico por excelencia, la noche, lo acompañaba. Los monumentos históricos, la arquitectura gótica y la naturaleza más pura, escenarios predilectos de las obras teatrales de la época pasaban a ser nuestros propios escenarios fotográficos y mirilla a través de la que observar unos tiempos que nos cautivan y admiramos.

Sin embargo, no todo es ese ideario que se fraguaba era traducible al idioma textil, y para ser fieles a aquello que queríamos representar pronto concluimos que todo debía nacer necesariamente de varias premisas: mimar la materia prima, condensar el Romanticismo a unas pocas señas diferenciables (Señas de identidad) y en última instancia crear un estilo y producto coherentes, cohesionados y dignos de deseo.

Era la materia prima un punto especialmente sensible. Las marcas jóvenes rara vez tienen acceso a los grandes proveedores y en los comienzos la libertad creativa es muy limitada, excepto con presupuestos mareantes claro está. Todos los caminos dirigían a una disyuntiva que radicaba en elegir entre calidad y respetar márgenes. Y aunque sin duda los márgenes nos importaban mucho, la calidad de los tejidos resultaba innegociable para Byron Becquer incluso en los comienzos así que, no sin dudarlo antes, elegimos la primera opción. Y terminó por ser la mejor elección en todos los aspecto, pues pronto la fortuna nos premió con una gran reducción de costes, a cuenta de lograr optimiza el sistema de logística y de distribución. Y la calidad fue la mejor posible, algodón de fibra larga, tipo egipcio, con etiqueta ecológica.

Por otra parte, aunque no nos importaba que la materia prima viniera de lejos si el algodón era el mejor, sí nos pareció primordial mantener a los proveedores de los demás procesos cerca nuestro. Packaging, etiquetas, bordados... En estos tiempos conocimos a todos los que son a día de hoy y para los años venideros nuestros respetados proveedores. Muchos de ellos muy ventajosos, y sin el peso de los pedidos mínimos (ni la consiguiente exposición financiera para al empresa), algo del todo improbable en el gremio

A partir de entonces nos centramos en cuidar la imagen y en el plan de marketing, nos preocupaba ser capaces de transmitir con claridad nuestro mensaje y por ello se dedicaron grandes esfuerzos a recrear en la página web la atmósfera romántica de una forma sutil y leal. A esto le siguió la edición final de los componentes gráficos de la marca, la búsqueda de colores corporativos (negro y burgundy) y en especial la colección de diseños con la que presentarse, una primera aproximación al, acuñado por nosotros, estilo "preppy romantic". En estas fechas, a su vez, se empezó a trabajar en el modelo de tienda para el futuro, en lo que percibiría el cliente al probarse nuestras prendas y al caminar por nuestros establecimientos. Queríamos pequeños museos, espacios todo lo vivos y originales que merece el Romanticismo, plasmar nuestra estética entre cuatro paredes, donde tenía que quedar patente nuestro poder de diferenciación y de aportar valor añadido.

A lo largo de las últimas semanas de verano de 2018 nos dedicamos a realizar precarios pero extremadamente prácticos testeos de venta. Durante los preparativos en realidad aún no sabíamos ni siquiera si seríamos capaces de llevarlos a término, pero con paciencia y buen hacer de alguna forma lo logramos y, curiosamente, resultaron ser un éxito. Más allá del gran número de prendas vendidas nuestra satisfacción estuvo en comprobar que la gente entendía enseguida nuestra idea, y efectivamente asimilaban el hilo conducto entre Becquer, Byron, la poesía... todo fluía con tremenda naturalidad. Ya por aquel entonces se tuvo la ocasión de charlar con mucha gente, e incluso entre extranjeros y consumidores de estilos muy distintos había amantes de la literatura y de nuestros símbolos, argumentos suficientes para consumirnos. Cruzando datos tras las jornadas observamos algo aún más sorprendente y relevante: nuestra marca llamaba la atención, casi con perfecta igualdad, entre hombres y mujeres. Algo que más tarde hemos confirmado en tienda y con el paso de los años, y que es especialmente raro que suceda en proyectos jóvenes. Algo muy valioso que todas las empresas desean pero que casi nadie lo consigue. Entendemos que son excepcionalidades devenidas de esa relación con el Romanticismo.

    Primeros pasos. Camino.

Toda esta información fue muy valiosa, y nos lanzó hacía lo que llevábamos meses planeando en nuestras cabezas: dar el salto definitivo conviertiendo en empresa nuestra startup. Pero no existen los caminos de rosas. Los gastos durante los caóticos meses de testeos habían sido considerables y aún debían ser mayores en unos hipotéticos meses de arranque. Por ese motivo optamos por hacer lo mismo que estamos haciendo ahora, recurrir a inversores ajenos a la familia y ganar impulso colectivamente.

La fórmula elegida fue una campaña de socios de lanzamiento. Sólo de esta forma Byron Becquer podría convertirse en una realidad y sabíamos que el reto era total. Las plataformas dedicadas a la financiación se suelen limitar a colaborar con proyectos del sector fintech (aunque muchos terminen siendo un bluf) con presencia de grandes inversores detrás, así que debíamos encontrar nuestra propia fórmula.

Inicialmente pensamos en Indiegogo y en Kickstarter, aunque nos condicionaban en el idioma y no permitían la transmisión de participaciones. También en la figura de los business angels, pero estábamos al tanto de sus abusivas condiciones de entrada y no nos parecía acertado dejar el proyecto en manos ajenas simplemente por acortar plazos. Incluso pensamos en una campaña en Facebook, aunque sabíamos que sin crear mucho ruido nos costaría dar con gente que por edad e intereses pudiese embarcarse en un proyecto empresarial.

Fue así como finalmente, y más por convencimiento en el proyecto que por conveniencia, terminamos renunciando a todas las opciones de la baraja y organizando el crowdfunding sin plataforma y por nuestra propia cuenta. "Do it by yourself", como dice alguno. Era imposible obviar todos los riesgos que eso suponía, pero funcionó. Una página web que no estaba preparada para ello y la opción más descabellada terminaron siendo la solución y nuestro punto de encuentro particular. Y así fue como, pormenores aparte, se materializó Byron Becquer SL. Una ronda express de financiación de solo dos meses, estupendos compañeros de viaje, y 70.000 € aportados de formar conjunta para convertir planes en realidades, para aprender, para crecer y para sentar una base.

Y con estas nos lanzamos al mercado a batallar con veteranos y noveles. Cada cuál con sus argumentos pero todos interesados en "caerle mejor" que el otro al prójimo.

Nuestra estrategia para la primera fase del proyecto la teníamos clara. Venta exclusivamente online para mantener los costes al mínimo, mucho alcance a buen precio con estrategias de smart marketing y cost-per-click, promoción vía micro-influencers, y crecer paso a paso. Sin embargo, volvía a avecinarse tormenta. Por entonces, a principios de 2019, Facebook implosionó repentinamente con el escándalo de Cambridge Analítica y la millonaria multa a la compañía de Zuckerberg. El gigante online cambió entonces radicalmente su forma de hacer anuncios. Las segmentaciones se limitaban, los anuncios de encarecían, los horarios de programación de anuncios desaparecían y el alcance orgánico se suprimía, demasiados cambios de una vez y que nos cogían nada más empezar. Había que adaptarse y, ya por aquel entonces antes de la pandemia, muchas marcas de nuestro entorno quedaron fuera de juego y se perdieron en el camino.

Nos adaptamos, aprendimos, y los meses siguientes vinieron cargados de lecciones, de idas y de venidas, y de muchas y muy fructíferas ideas. Y naturalmenta, también de ventas y de pequeñas oportunidades en el día a día. O sea, la normalidad en una marca de ropa. Aún con todo el margen de crecimiento pero justo lo que llevábamos largo tiempo deseando todos nosotros.

En noviembre de 2019, unos meses después del arranque, llegaron novedades, y a pesar de que en un principio estaba descartado por presupuesto, las suertes se alinearon y dimos con un barrio y local que reflejaban todo aquello que buscábamos. Ya era inminente y era una nueva piedra de toque: Byron Becquer abriría su tienda modelo. Del Madrid de los Austrias nos gustó todo y casaba con el ideario. Por historia, sabores y también por ser zona con una ancestral tradición comercial de antigüedades, arte e interiorismo. Pocas semanas después las luces se encendían y el un ligero olor de algodón "recién horneado" recorría Nuevas Galerías. Los madrileños ya tenían a su alcance un primer pedacito de Romanticismo textil.

Nueve meses después del paréntesis que pactó el mundo todos volvemos a pensar en el futuro y en que la vida continúa, y así Byron Becquer volvió a la actividad con la ilusión íntegra y aferrados, si cabe, a mayores argumentos. El sector ha seguido fluyendo y ha aligerado peso en lo que a oferta respecta, abriendo oportunidades a los Zaras o Ralph Laurens del futuro. La realidad es que las ventas se recuperan a pasos agigantados, que hoy hay menos competencia, que la moda casual se agota y que el público general busca apuestas más creativas y originales. Byron Becquer también ha sufrido la pandemia pero sigue en pie y, con la determinación de hacer de esta su gran oportunidad y ser ambiciosos. Una oportunidad irrepetible de ganar delantera en un sector milenario, donde los recursos hoy valen más que ayer y que mañana. Y por ese motivo te invitamos, estimado visitante, a participar en esta campaña de crowdfunding. A unirte a este bonito camino y a obtener derechos vitalicios en un prometedor proyecto ligado a un sector milenario. Y a llevar a Byron Becquer a dónde nos lleven la ilusión y el Romanticismo.

    Punto actual. Campaña.

¿Qué nos falta a día de hoy? ¿Qué herramientas aspiramos obtener con esta campaña? En primer lugar nos permitirá conocer a más gente ilusionada por esta visión de la moda y con interés en la venta online (único sector al alza en la actualidad), gente con quien compartir vivencias y nuestra inquietud empresarial, algo que ya de por sí encontramos muy valioso. Por otro lado en Byron Becquer tenemos mucho que contar, tenemos mucho que transmitirle a nuestros seguidores y a nuestros clientes sobre este prodigioso periodo de la historia, queremos intercambiar mucho con ellos y para esto nos es esencial poder crear más contenido, algo que hasta ahora no se ha podido hacer por falta de medios que se destinaron a lo estrictamente necesario en el operativo diario.

Cómo no, también tenemos mucho que transmitir a través de nuestra ropa y tampoco hemos podido contar con la libertad creativa deseada. Nuestro producto tiene mucho recorrido de mejora, de esto no hay duda, al fin y al cabo acabamos de empezar. Tenemos muchos diseños preparados y nuevos gamas de prenda.

También queremos dejarnos ver. Desde el momento que sea posible hacerlo asistiremos a ferias (Empezando por la próxima MOMAD) para difundir nuestro mensaje y que nos pueda conocer también público especializado en el sector de otros países. Tecnológicamente hablando planeamos adquirir una máquina de impresión digital textil (EPSON F2100) para mejorar plazos, márgenes y capacidad de reacción. E incorporar la compra vía whatsapp, pues la venta es un proceso que debe ser minimalista. Paralelamente a ello planeamos nuestra expansión geográfica, del todo determinante. Entre octubre y noviembre esperamos incorporar nuestros productos en decenas de marketplace entre tiendas multimarca y webs multimarca, además de abrir dos tiendas en nuevas capitales de provincia en lo que resta de año. Trabajamos con la idea de que una esté en Sevilla y la otra en Marbella. Y con la ayuda de la campaña también queremos hacer un mayor gasto en marketing con el que crecer paulatinamente, y este es muy buen momento para ello, toda vez que la publicidad se ha abaratado y la gente pasa más tiempo tras una pantalla.

Las claves por lo tanto serán estas, y no dejar nunca de caminar con la brújula de nuestro ideario. Pisar con pies de plomo y recurrir a nuestras raíces para avanzar con constancia teniendo siempre presente aquello que hace diferente a cada uno. Y es que esto siempre será lo más valioso con lo que cuente Byron Becquer, su espíritu, para crecer y para enamorar cada día a más gente.

Dicho todo esto y sin atrevernos a extendernos ya más, lanzamos la más cálida invitación a nuestros visitantes a formar parte de este fantástico proyecto colectivo junto a todos nosotros. Un proyecto bien enraizado y que mira hacía muy arriba. Un proyecto andado y, sobre todo, por andar. Con todo lo hermoso del camino aún por delante.